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lunes, febrero 04, 2008

EL CUERVO - POE + varios

Poemas

El Cuervo



Cierta noche aciaga, cuando, con la mentecansada,

meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral

y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,

como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.

"Es un visitante -me dige-, que está llamando al portal;

sólo eso y nada más."



¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!

Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.

Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma

en mis libros,ni consuelo a la perdida abismal

de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar

y aquí nadie nombrará.



Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas

me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal

que, para calmarr mi angustia repetí con voz mustia:

"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;

un tardío visitante esperando en mi portal.

Sólo eso y nada más".



Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:

"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar

pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido

y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal

que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:

sólo sombras, nada más.



La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,

y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;

pero en este silencio atroz, superior a toda voz,

sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...

sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.

Sólo eso y nada más.



Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos

pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.

"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;

veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.

Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.

¡Es el viento y nada más!".



Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,

agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.

Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,

con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,

en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;

fue, posóse y nada más.



Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,

en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.

"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser

osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;



¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"

Dijo el cuervo: "Nunca más".



Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa

sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,

pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido

ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.

Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal

que se llamara "Nunca más".



Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,

como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.

No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna

hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;

por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".

Dijo entonces :"Nunca más".



Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;

"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar

del repertorio olvidado de algún amo desgraciado

que en su caída redujo sus canciones a un refrán:

"Nunca, nunca más".



Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía

planté una silla mullida frente al avi y el portal;

y hundido en el terciopelo me afané con recelo

en descubrir que quería la funesta ave ancestral

al repetir: "Nunca más".



Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra

al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;

eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada

sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.

¡ Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,

y ya no usará nunca más!.



Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso

mecido por serafines de leve andar musical.

"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Diós estos ángeles dirige

hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!

¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".

Dijo el cuervo: "Nunca más".



"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!

¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad

trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,

a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,

dime, te imploro, si existe algun bálsamo en Galaad!"

Dijo el cuervo: "Nunca más".



"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!

Por el Diós que veneramos, por el manto celestial,

dile a este desventurado si en el Edén lejano

a Leonor , ahora entre ánngeles, un día podré abrazar".

Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".



"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;

¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!

¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje

quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!

¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"

Dijo el cuervo: "Nunca más".



Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,

en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;

y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,

cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;

y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,

no se alzará...¡nunca más!.

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Un Sueño en un Sueño




¡Recibe en la frente este beso!

Y, por librarme de un peso

antes de partir, confieso

que acertaste si creías

que han sido un sueño mis días;

¿Pero es acaso menos grave

que la esperanza se acabe

de noche o a pleno sol,

con o sin una visión?

Hasta nuestro último empeño

es sólo un sueño en un sueno.



Me encuentro en la costa fria

Que agita la mar bravia,

Oprimiendo entre mis manos,

Como arenas, oro en granos.

¡Que pocos son! Y alli mismo,

De mis dedos al abismo

Se desliza mi tesoro

Mientras lloro, ¡mientras lloro!

¿Evitare ¡ oh Dios ! su suerte

oprimiendolos mas fuertes?

¿ Del vacio despiadado

Ni uno solo habre salvado ?

¿ Cuanto hay de grande o pequeño

Solo es un sueño en un sueño ?

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Annabel Lee





Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar,

Habitaba una doncella cuyo nombre os he de dar,

Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee,

quien vivía para amarme y ser amada por mí.



Yo era un niño y era ella una niña junto al mar,

En el reino prodigioso que os acabo de evocar.

Más nuestro amor fue tan grande cual jamás yo presentí,

Más que el amor compartimos con mi bella Annabel Lee,

Y los nobles de su estirpe de abolengo señorial

Los ángeles en el cielo envidiaban tal amor,

Los alados serafines nos miraban con rencor.



Aquel fue el solo motivo, ¡hace tanto tiempo ya!,

por el cual, de los confines del océano y más allá,

Un gélido viento vino de una nube y yo sentí

Congelarse entre mis brazos a mi bella Annabel Lee.



La llevaron de mi lado en solemne funeral.

A encerrarla la llevaron por la orilla de la mar

A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,

Los arcángeles que no eran tan felices cual los dos,

Con envidia nos miraban desde el reino que es de Dios.



Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,

Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,

Por el cual un viento vino de una nube carmesí

Congelando una noche a mi bella Annabel Lee.



Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su candor

Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el amor.

Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,

Ni los demonios que habitan negros abismos del mar

Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí, Espíritu luminoso de mi

hermosa Annabel Lee.



Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada

Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.

Y la luna vaporosa jamás brilla baladí

Pues su fulgor es ensueño de mi bella Annabel Lee.





Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada,

Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,

Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,

En su sepulcro a la orilla del océano proceloso.

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La Durmiente



Era la medianoche, en junio, tibia, bruna.

Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,

Que de su blanco disco como un encantamiento

Vertía sobre el valle un vapor soñoliento.

Dormitaba en las tumbas el romero fragante,

Y al lago se inclinaba el lirio agonizante,

Y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,

Las ruinas descansaban en vetusto reposo.

¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,

Dormita entre las sombras con lento cabeceo,

Y del sopor consciente despertarse no quiere

Para el mundo que en torno lánguidamente

muere



Duerme toda belleza y ved dónde reposa

Irene, dulcemente, en calma deleitosa.

Con la ventana abierta a los cielos serenos,

De claros luminares y de misterios llenos.

¡Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?

¿Por qué está tu ventana, así, en la noche abierta?

Los aires juguetones desde el bosque frondoso,

Risueños y lascivos en tropel rumoroso

Inundan tu aposento y agitan la cortina

Del lecho en que tu hermosa cabeza se reclina,

Sobre los bellos ojos de copiosas pestañas,

Tras los que el alma duerme en regiones extrañas,

Como fantasmas tétricos, por el sueño y los muros

Se deslizan las sombras de perfiles oscuros.

Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?

¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto?

Debes de haber venido de los lejanos mares

A este jardín hermoso de troncos seculares.

Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje,

Y de tus largas trenzas el flotante homenaje;

Pero aún es más extraño el silencio solemne

En que envuelves tu sueño misterioso y perenne.



La dama gentil duerme. ¡Que duerman para el mundo!

Todo lo que es eterno tiene que ser profundo.

El cielo lo ha amparado bajo su dulce manto,

Trocando este aposento por otro que es más santo,

Y por otro más triste, el lecho en que reposa.

Yo le ruego al Señor, que con mano piadosa,

La deje descansar con sueño no turbado,

Mientras que los difuntos desfilan por su lado.

Ella duerme, amor mío. ¡Oh!, mi alma le desea

Que así como es eterno, profundo el sueño sea;

Que los viles gusanos se arrastren suavemente

En torno de sus manos y en torno de su frente;

Que en la lejana selva, sombría y centenaria,

Le alcen una alta tumba tranquila y solitaria

Donde flotan al viento, altivos y triunfales,

De su ilustre familia los paños funerales;

Una lejana tumba, a cuya puerta fuerte

Piedras tiró, de niña, sin temor a la muerte,

Y a cuyo duro bronce no arrancará más sones,

Ni los fúnebres ecos de tan tristes mansiones

¡Qué triste imaginarse pobre hija del pecado.

Que el sonido fatídico a la puerta arrancado,

Y que quizá con gozo resonara en tu oído,

de la muerte terrífica era el triste gemido!

..................................

Leonora




¡El vaso se hizo trizas! Desapareció su esencia

¡Se fue; se fue! ¡Se fue; se fue!

Doblad, doblad campanas, con ecos plañideros,

Que un alma inmaculada de Estigia en los linderos

Flotar se ve.

Y tú, Guy de Vere, ¿qué hiciste de tus lágrimas ?

¡Ah, déjalas correr!

Mira, el angosto féretro encierra a tu Leonora;

Oye los cantos fúnebres que entona el fraile; ahora





Ven a su lado, ven.

Antífonas salmodien a la que un noble cetro

Fue digna de regir;

Un ronco De Profundis a la que yace inerte,

Que con morir

Indignos, los que amábais en ella solamente

Las formas de mujer,

Pues su altivez nativa os imponía tanto,

Dejasteis que muriera, cuando el fatal quebranto

Posó sobre su sien.

¿Quién abre los rituales? ¿Quién va a cantar el Réquiem?

Quiero saberlo, ¿quien?

¿Vosotros miserables de lengua ponzoñosa

Y ojos de basilisco? ¡Mataron a la hermosa,

Que tan hermosa fue!

¿Peccavimus cantasteis? Cantasteis en mala hora

El Sabbath entonad;

Que su solemne acento suba al excelso trono

Como un sollozo amargo que no suscite encono

En la que duerme en paz.

Ella, la hermosa, la gentil Leonora,

Emprendió el vuelo en su primer aurora;

Ella, tu novia, en soledad profunda

¡Huérfano te dejó!

Ella, la gracia misma ora reposa

En rígida quietud; en sus cabellos

Hay vida aún; mas en sus ojos bellos

¡No hay vida, no, no, no!

¡Atrás! Mi corazón late de prisa

Y en alegre compás. ¡Atrás! No quiero

cantar el De Profundis majadero,

Porque es inútil ya.

Tenderé el vuelo y al celeste espacio

me lanzaré en su noble compañía.

¡Voy contigo, alma mía, sí, alma mía¡

Y un peán te cantaré!

¡Silencio las campanas! Sus ecos plañideros

Acaso lo hagan mal.

No turben con sus voces la beatitud de un alma

Que vaga sobre el mundo con misteriosa calma

y en plena libertad.



Respeto para el alma que los terrenos lazos

Triunfante desató;

Que ahora luminosa flotando en el abismo

Ve amigos y contrarios; que del infierno mismo

al cielo se lanzó.



Si el vaso se hizo trizas, su eterna esencia libre

¡Se va, se va!

¡callad, callad campanas de acentos plañideros,

que su alma inmaculada del cielo en los linderos

Tocando está!

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Las Campanas



I

¡Escuchad el tintineo!

!La sonata

Del trineo

Con cascabeles de plata!

¡Qué alegría tan jocunda nos inunda al escuchar

la errabunda melodía de su agudo tintinear!

¡Es como una epifanía,

En la ruda racha fría,

la ligera melodía!

¡Cómo fulgen los luceros!

-¡Verdaderos

Reverberos !-Con

idéntica armonía

A la clara melodía

Cintilando, cintilando, cintilando,

¡Cómo los cascabeles

van sonando!

Y en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Los luceros siguen fieles

Cascabeles, cascabeles, cascabeles

El son de los cascabeles,

Cascabeles, cascabeles, cascabeles

Cascabeles,

¡El son grato, que a rebato, surge en los cascabeles!

II

Escuchar el almo coro

Sonoro

Que hacen las campanas todas:

¡Son las campanadas de oro

De las bodas!

¡Oh, qué dicha tan profunda nos inunda al escuchar

La errabunda melodía de su claro repicar!

¡Cómo revuela al desgaire

Esta música en el aire!

¡Cómo a su feliz murmullo



Sonoro,

Con sus claras notas de oro,

Se aúna la tórtola con su arrullo,

Bajo la luz de la luna!

¡Qué armonía

Se vacía

De la alegre sinfonía

De este día!

¡Cómo brota

Cada nota!:

Fervorosamente, dice

la felicidad remota

Que predice.

Y a la voz de una campana, siguen las de sus hermanas

Las campanas,

Las campanas, las campanas, las campanas, las campanas,

las campanas, las campanas, las campanas,

En sonoro ritmo de oro, de almo coro, ¡las campanas!

III

¡Oíd cual suena el bordón!:

el bordón

De son bronco

Que pone en el corazón

El espanto con su son,

Con su son de bronce, ronco.

¡que tristeza tan profunda nos apresa al escuchar

Cómo reza, gemebunda, la fiereza del llamar!

Cómo su son taciturno,

En el silencio nocturno

Es grito desesperado

Que no es casi pronunciado

¡De aterrado!

Grito de espanto ante el fuego

Y agudo alarido luego,

Es un clamor que se extiende,

Que el espacio ronco, hiende

Y que llama;

Que defiende



Y que clama, clama, clama,

Que clama pidiendo auxilio

En tanto que ve el exilio

De aquellos que el fuego, ciego y arrollador, empobrece

Y el fuego que ataca y crece,

Mientras se oye el ronco son,

El somatén del bordón,

Del bordón, bordón, bordón

¡Del bordón!

¡Cómo el alma se desgarra

Cuando el son del bordón narra

La aflicción

¡De aquellos que arruina el fuego!

Y, cómo nos dice luego

Los progresos que hace el fuego

-Que va a tientas como ciego-El

somatén del bordón,

¡Que es toda una narración!

¡Oh, la tempestad de ira

En la que el bordón delira

Y en que convulso, delira!

El alma escucha anhelante

la queja que da el bordón

Con su son;

El bordón que da su son,

El bordón, bordón, bordón,

¡El bordón!

Que es toda una narración el somatén del bordón

Del bordón, del bordón, del bordón

Del bordón, del bordón, del bordón

¡Del bordón!

El grito ante el infinito, cual proscrito, ¡del bordón

IV

¡Escuchad cómo la esquila,

Cómo el esquilón de hierro,

Llama con voz que vacila,

Al entierro!

Qué meditación profunda nos inunda al escuchar



la errabunda y gemebunda melodía del sonar

¡Cómo llena de pavura

Su son en la noche obscura!

¡Cómo un estremecimiento

Nos recorre el pensamiento

que provoca su lamento!

Cuando sueña

La grave esquila de hierro, con su lúgubre toquido,

Con su lúgubre toquido que la medianoche llena.

¡Es que las almas en pena

Se han reunido!

¡Oh, la danza

Al son que toda la esquila,

En una noche intranquila,

Su tijera de luz lila,

Tocando en visión del Juicio la noche sin esperanza!

Entonces, ya no vacila

La grave voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila,

Sino que suena furiosa,

Con su voz cavernosa,

Y, en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Algún ronco rayo truena

Y se alumbra con relámpagos la noche sin esperanza,

Mientras las almas en pena

Giran, giran su danza

Bajo la triste luz lila.

Y en tanto se oye la grave, la grave voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila, de la esquila,

Y en el mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Mientras se oye, la triste, la triste voz

De la esquila,

De la esquila,

Furibundo rayo truena,

El relámpago cintila

Y los espectros en pena

Danzan al son de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila,

Y en un mismo son, son único,

Que igualiza un ritmo rúnico,

Danzan al son de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

de la esquila, de la esquila, de la esquila,

¡De la esquila!

Y mientras que el rayo truena,

Que el relámpago cintila

Y que con furor terrible, danzan las almas en pena,

Se oye la voz de la esquila,

De la esquila, de la esquila, de la esquila,

De la esquila, de la esquila,

la voz de cuento lamento ¡de la esquila!

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